El embarazo es un proceso natural, fisiológico, que hay que tratar de vivir con satisfacción y expectativas positivas de cambio.
Pero, por supuesto, es una etapa que hay que seguir con atención desde el punto de vista médico para atender las eventuales complicaciones que se puedan presentar.
¿Cuántos controles?
No hay una única respuesta válida para esta pregunta.
Pues, la frecuencia de las consultas prenatales está determinada por las necesidades individuales de cada mujer y la previsión de posibles factores de riesgo.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) puso el foco en este asunto, ya que, según sus datos, solo el 64% de las mujeres en el mundo recibe cuatro o más controles clínicos durante su gestación.
La recomendación del organismo es que haya un mínimo de ocho controles durante el embarazo: el primero antes de la semana 12 y, luego, en las semanas 20, 26, 30, 34, 36, 38 y 40.
Estudios durante el embarazo
Las consultas con el médico durante el embarazo incorporan algunos controles de rutina, como el peso, la tensión arterial y las proteínas presentes en la orina.
El especialista también vigila la posición del feto, mide la altura uterina, y escucha los latidos del corazón fetal.
Además, en el primer trimestre se efectúan estudios analíticos para conocer el grupo sanguíneo de la mujer y detectar si existen enfermedades infecciosas, como toxoplasmosis, rubéola, hepatitis B o C, sífilis o VIH.
Durante el segundo semestre se realiza el llamado test de O’Sullivan, que detecta los niveles elevados de glucosa en la sangre, lo cual podría ser un síntoma de diabetes gestacional.
También se lleva a cabo un hemograma y, si la sangre de la mujer es de tipo Rh negativo, se debe comprobar que la sangre de la madre no sea incompatible con la del feto, así como que esta no produzca anticuerpos en la mujer.
En el final del embarazo, en la semana 35 o 36, se hace un cultivo del fluido vaginal y rectal, con el objetivo de determinar si la madre es portadora de una bacteria llamada Streptococcus del grupo B.
Si el resultado es positivo -ocurre en uno de cada cuatro casos- se administra un antibiótico, con el fin de evitar que el bebé se contagie durante el parto.